Tras un año de la caída de Bashar al-Assad, el espacio público en Siria se ha transformado. Antiguos centros de detención del régimen se han convertido en cafés y espacios culturales. Excomisarías y edificios que antes albergaban a personas encerradas sin luz ni comida, según denuncias de abusos sistemáticos documentados por varias ONG, ahora son escenarios de actividades sociales y culturales.
