La inteligencia artificial (IA) forma parte activa de los conflictos actuales, como la guerra en Ucrania o Gaza, donde potencia las capacidades militares, logística y selección de blancos. Sin embargo, su avance plantea retos técnicos, legales y éticos. La falta de confiabilidad de las armas autónomas y su posible desvinculación de la supervisión humana generan riesgos catastróficos.