En toda Siria, familias lloraron al reunirse con sus hijos, hermanos, cónyuges y padres que desaparecieron hace años a lo largo de las cinco décadas de Gobierno de la dinastía Assad. Miles de personas, entre ellas mujeres y niños, fueron liberadas de centros penitenciarios en las que permanecían en condiciones precarias y donde según organizaciones de derechos humanos la tortura era una práctica diaria.